DESDE LEJOS NO SE VE

Como todos los viernes, me dirigía al Gustavo Costas para comentar el partido. Les debo pedir mil disculpas, pensé que mis ojos veían más, pero como dicen por ahí, desde lejos no se ve.

Me crucé con ese personaje indeseable que todos conocen. Sí, él, el Chulo Cheche, recién salido de Caseros, y me corrompió por escasos $20 (Cosovich querido, entendeme, estamos laburando ad honorem) para comentar un partido de casados contra solteros. Movimos en su Harley Davidson toda chatarrosa hasta Villa Insuperable, allá en los límites de Lugano y la República de Mataderos. Qué decirles, muchachos, imagínense, gordos con cara de pocos amigos tomando vino en damajuana afuera del rectángulo, y adentro, patadas voladoras, indios tehuelches y mapuches, muy poco comparado al Fulbo de los Viernes. Ante un comentario que habré deslizado me veo desesperado corriendo rápidamente por el pasillo que tanto me había costado al entrar, y sorprendido porque entre los gordos estaba el mismísimo Chulo Cheche corriéndome.

Al salir, la luz blanca: me topo con una Traffic manejada por mi gran amigo el Charro Chino. Sácame de acá le dije, me quieren matar. Me sube y me dice que tiene que ablandar el motor, por lo que la costa era el único destino
-¿Qué andás haciendo por estos pagos, Charro? – le pregunté
-La estoy buscando.
-Pero Charro, no vive más en Mataderos, ya se fue a Madrid.

Decidimos ir hasta Pinamar, donde nos cruzamos con la gordita, que nos abrió las puertas de su local: un aglomerado de tangas voladoras, adolescentes cordobeses en celo y un grupo de chaqueñas haciendo versiones del Quinteto Imperial.
Sin darnos cuenta, todo muy loco, muy bizarro, me encuentro con todos estos personajes comiendo un asado. Y él en una punta, deprimido, abrumado. Hasta que se saca y me grita desaforado:
-¡Vamos que no llegamos al laburo!

Lo miro, enternecido:
-¿Vamos que no llego al laburo, pelotudo? Pero Charro querido… hoy es feriado.



Si tu moneda hablara,
si esa moneda hablara más de la cuenta...


Zipo